jueves, 27 de mayo de 2010

MARTINA


     Martina habla con los muertos, pero no con cualquiera, solo con los de su familia, esa es su especialidad. Cuando recibe la visita de uno de ellos, le pregunta qué es lo que quiere porque supone que lo que necesitan es comunicarle cosas que quedaron pendientes cuando la muerte les sorprendió. Ella sabe que la muerte nos sorprende a todos porque todos, excepciones puntuales aparte, nos creemos inmortales o, por lo menos, nos comportamos como si lo fuéramos. Consecuentemente, ella les pregunta, les escucha y después transmite sus peticiones. Nunca ha recibido quejas de ninguno de ellos, así que supone que su labor está bien hecha.

     En una ocasión reveló dónde estaba guardado el testamento ológrafo que su abuelo había dejado escrito y del que nadie tenía conocimiento, su aparición sirvió para acabar con las disputas que se habían entablado entre sus hijos. Otra vez fue su tía la que le dijo dónde había guardado los pendientes que pensaba regalarle a la nieta que ya nunca pudo conocer personalmente.

     Como se puede suponer, a Martina no le resultó fácil que su familia pasara de calificarla como una loca en ciernes a darle credibilidad, pero los hechos terminaron por imponerse. Ahora incluso le piden que se comunique con ellos para que les aclare cuestiones pendientes, pero ella les dice que no puede, que su papel es el de una mera transmisora de las preocupaciones que se han llevado al más allá los miembros de su familia y que lo único que puede hacer es tratar de resolverlas. Además, aunque quisiera, no sabría qué hacer para iniciar el contacto, siempre tiene que esperar a que sean ellos los que la busquen.

     Hace unos días, Martina le dijo a sus hermanas que se le había aparecido la abuela Martina, “¿Y qué te ha dicho?”, le preguntaron rápidamente. “¿Os acordáis de la gargantilla de oro con su nombre que le regalamos entre todas?”, “Claro que nos acordamos, nuestros buenos dineros nos costó”, contestó su hermana mayor. “Pues me ha dicho que, como nos llamamos igual, la debería tener yo”. A lo que su hermana, rápida como el viento, replicó “Mira, no es que no crea que la abuela se te ha aparecido, pero lo que sí te puedo decir es que te ha mentido”.

     Hasta el momento Martina no ha vuelto a recibir mensajes del más allá.

2 comentarios:

KALMA dijo...

Borondon mi niña ¡No me extraña que no te aburras en Manchatan! Jajaja, tiene unos moradores un tanto peculiares.
No sé quien será mejor si Martina o la bruja que me leyó la mano en la "Negra Tomasa" jajaja.
Tengo una amiga que antes de sacar su plaza en la Clínica Princesa, se dedico a maquillar muertos y ella decía lo mismo ¡Nunca ninguno se había quejado! Jajaja.
Ahora si quieres que se quejen los vivos, sólo tienes que quedarte con algo de valor ¡Esos ponen el grito en el cielo!
Besotes.

Marián dijo...

Eso es lo que tiene Manchatan, que es universal, lo mismo puede estar pasando en la Selva Negra, pongo por caso. Besos guapetona