sábado, 3 de julio de 2010

EL NOTARIO Y SUS DOS MUJERES (I)

     
     El Notario de Manchatan no era un tipo especialmente guapo. Después de observarlo con atención, se caía en la cuenta de que su principal atractivo residía en su voz. Una tan especial que, una vez que se escuchaba, no se podía olvidar. Consciente de esta ventaja que el destino le había regalado, el notario la sabía utilizar con precisión. Sobre todo con las mujeres.

     Desde muy joven las chicas se lo disputaban, de manera que él solo tenía que elegir la que más le gustaba. Por eso todo el mundo se quedó muy sorprendido cuando decidió casarse con la menos atractiva de todas ellas. Nunca se conocieron las razones, ni siquiera el constante “churreteo” de la gente logró encontrar un motivo más o menos plausible. No era guapa, no era rica, no era simpática, pero era la elegida.

     La nueva pareja se instaló en la casa de la familia de él, donde convivieron con sus dos hermanas, que ya eran “mocicas viejas” sin posibilidad alguna de casarse. Sin embargo, más o menos al mismo tiempo, él estableció otra relación igual de sólida y duradera que su matrimonio.

     Esta si era una verdadera belleza, de esas que hacían a los hombres volver la cabeza a su paso y ni siquiera tuvo que salir a la calle a encontrarla, era una de las empleadas de la notaría. Compró un piso en la capital y allí la instaló con todas las comodidades del momento. Ambas tuvieron su primer hijo casi a la vez, pero un velo de silencio se extendió sobre ella, su hijo y su, aparentemente, desconocido padre.

     Precisamente para tratar de evitar que se descorriera, el notario decidió construir un chalét, el primero que se vio en Manchatan, fuera del pueblo. En un principio dijo que era para pasar lo más caluroso del verano y por eso mandó construir una piscina y rodeó la casa con un jardín acotado por altos setos, para dar sensación de intimidad y alejamiento.

     Pero, una vez instalados, la ventaja de la lejanía se reveló como la mejor de todas. Fuera de las habladurías diarias de la gente del pueblo y, como no, de sus dos aburridas hermanas, era más difícil que llegara a los oídos de su esposa la verdad sobre su doble vida. Construyó una cuadra y compró un par de buenos caballos de paseo. Así se podrían entretener subiendo a la sierra en lugar de bajando al pueblo.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Querida Borondon: continúa con la historia cuanto antes, aunque creo que más de un notario de éstos se conoce en cada pueblo.

KALMA dijo...

¡Ya lo creo!
Hola Borondón: Este notario, es un nota, como tantos notas hay en todos los sitios, ahora continua que a la próxima... jajaja. Besotes.