martes, 7 de diciembre de 2010

DIMAS I

El primer encuentro que tuvo Dimas con lo que él llamaba “cosas raras” se produjo cuando le tuvieron que vacunar contra la hepatitis. Acudió al ambulatorio acompañado por su madre, le pusieron la inyección y ambos regresaron a su casa. No sucedió nada extraño o inusual hasta que llegó la noche y se fue al dormitorio que compartía con su hermano, unos años menor que él. Se acostó, cree recordar que se durmió y de pronto se vio flotando en medio de la habitación. Veía a su hermano acostado en su cama y roncando como un bendito, intentó hablarle pero no le salieron las palabras. La angustia lo inundó, se sintió terriblemente asustado, pensó que se había quedado mudo o que había perdido la cabeza y que nunca se recuperaría. Pero a la mañana siguiente, cuando se despertó, lo vio todo como un sueño, desagradable, pero nada más que un sueño.

Transcurrió un año completo, en el transcurso del cual no volvió a soñar con nada parecido. Pero al cumplirse el aniversario exacto de aquella noche, todo se volvió a repetir. De nuevo se vio suspendido en el aire y de nuevo incapacitado para hablar con su hermano dormido. Esta vez se detuvo a contemplar todo el entorno desde aquella nueva perspectiva. Se dio cuenta de que podía cambiar la orientación con solo pensarlo, era capaz de ver la habitación desde abajo, desde arriba o desde cualquier ángulo, de manera instantánea. Pero apenas disfrutó de esa sensación, el miedo y la angustia le volvieron a atenazar igual que la primera vez.

Los primeros días vivió temeroso de que se volviera a repetir aquél extraño sueño pero, una vez más, nada sucedió hasta cumplirse el tercer aniversario, en que todo volvió a suceder con exactitud. Esta vez Dimas sintió menos miedo, era como si el saber lo que pasaba, hubiera exorcizado la angustia. Esta vez se dedicó a explorar todos los rincones del dormitorio y a subir, bajar y desplazarse por el espacio y, aunque volvió a intentar hablar con su hermano, la imposibilidad ya no le produjo tanta ansiedad.

A pesar de esta mejoría, a la mañana siguiente tuvo la seguridad de que estaba perdiendo la cabeza de manera definitiva y decidió visitar a un psicólogo que había conocido unos días antes. No es que esa profesión le mereciera mucho crédito, siempre le habían parecido tonterías todo cuanto decían, pero pensó que algo más que él sabrían de cosas raras que le pasaban a las personas por sus cabezas, así que decidió pedirle una cita.

El psicólogo le explicó que los sueños eran como descargas que hacía el cerebro para poder seguir adelante, obsesiones, preocupaciones ocultas, problemas cotidianos, todo ese tipo de cosas se expresaban, de manera aparentemente absurda, en los sueños. ¿Tenía algo que contarle a su hermano que supusiera una carga emocional importante para él? ¿había algo oculto en la familia que solo él sabía y que no debía contar?. Pero ni estas ni otras preguntas que le hizo, le satisficieron. Salió con más confusión de la que tenía al llegar. Solo le aliviaba recordar que el psicólogo le había asegurado que eso eran sueños y nada más que sueños ¿qué otra cosa podrían ser? Dimas se despreocupó y decidió seguir con su vida con la misma normalidad de siempre. A su debido tiempo, el sueño se produjo sin cambios en su desarrollo y con la misma exactitud en su convocatoria que los anteriores.

En aquella época estaba trabajando en una antigua fábrica de dulces, una industria familiar con más de 100 años que seguía instalada en el mismo edificio desde su fundación. Se acercaba la campaña de navidad y a los empleados se les dio la posibilidad de hacer horas extras por la noche para adelantar el trabajo. Él se apuntó inmediatamente, cualquier ingreso suplementario sería bienvenido en su casa.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Al menos Dimas fue un insomne dulce..

Marián dijo...

Pero ¿y si no fuera un sueño?

Unknown dijo...

Eso sí que es una historia interesante.

KALMA dijo...

Hola! Pues si hay cosa interesante es "vivir un sueño", por aquello de que los sueños, sueños son y como dice Anita, dulce.
Besotes.